Aquí yace el mejor actor de todos los tiempos, miren como hace de muerto
Pére o Père o "¿a quién le importa?" Lachaise tuvo visión de futuro. De los posos de te y vísceras que pudo haber leído concluyó lo que concluímos todos. Supo que, tarde o temprano, todos moriríamos, e hizo de ello el negocio de los museos.
A 5 paradas de metro de la catedral de Nuestra Señora (aunque nosotros optamos por probar el tráfico parisino), dejó, además de sus propios huesos, el cementerio que recoge los restos de los restos de los grandes hombres que nos dejaron, hecho aparte el Pantheon de los grandes hombres.
¡Y qué restos! Nada menos que Oscar Wilde, Marcel Proust o el mismo Moliere (otros dirían Bizet, o Jim Morrison, pero esos quedaban lejos). ¿Qué queda para el Pantheon pues? Ni lo sé ni me importa. El único que merece ese nombre para el que escribe es el de Agripa y el de París no vale el de Roma allá me ahorquen.
Cuando nos pregunten ¿y qué hicieron esos grandes hombres por el mundo? Podremos decir algo más que grandes obras. ¿En busca del tiempo perdido? ¿Espíritu y mente del esteticismo? ¿La Comedia Francesa? Sonrójense, señores, ellos, ejemplo y luz, dejaron lo mismo que el resto:
Restos.
Me gustan los cementerios, de huesos bien repletos que diría un romántico.
Vagando por allí, en busca del segundo de la lista, un bondadosa señora se apiadó de nuestras almas, y a guisa del bucólico poeta, nos dio paz enseñándonos a los muertos.
Los hombres que murieron en la Resistencia. Un muchachito muy creyente de no más de 18 años de edad en el momento del óbito le arrancó algunas lagrimillas. Una actriz francesa de los años 20 cuyo nombre sin duda todos reconoceríais, pero nosotros no. Ah, y Apollinaire.
Molière está enterrado cerca del propio muerto de la señora, y allí nos dejó para que presentáramos nuestros respetos, mientras ella iba a presentar los suyos a su fallecido esposo.
Pobre Oscar Wilde. Nada más que una vida consagrada a la belleza y toda una eternidad consagrada a la fealdad. Me duele en el alma toda esa genuina elegía escrita en carmín adolescente sobre la tumba más fea del cementerio, ese sepulcro con que una admiradora dio rienda suelta al homenaje que no le hizo en vida. No se dejó hacer el dandy, me obstino yo en leer.
Los muertos tampoco dan más de sí, y mi tiempo aquí en Bruselas tampoco, así que con poco más que media sonrisa y la promesa vaga de que algún día honraré de nuevo este sitio con mi presencia, me despido, lector de esta ristra de despropósitos y amigo de todos vosotros,
Álvaro
2 comments:
Muy bueno.
Desde la perspectiva que dan casi dos años: cuando me pongo a escribir, me sale bien. Debería hacerlo más a menudo.
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